miércoles, 19 de junio de 2013

El Fantasma De La Ermita

El Fantasma De La Ermita

o recuerdo perfectamente como si fuera ayer. Estábamos recién llegados a la ciudad y mis padres alquilaron una casa en las cercanías de la PIaza Páez, desde la ventana se veía diagonalmente la plaza y la iglesia. Mi madre, siguiendo las indicaciones de los vecinos cerraba todas las puertas y ventanas antes de las nueve de la noche. Este hecho me llamó mucho la atención y pregunté
-  ¿Por qué nos recogemos tan temprano?
-Porque todos los vecinos de La Ermita tienen miedo al fantasma repuso mi madre.
- ¿Qué fantasma?
- Uno que sale todas las noches en las cercanías de la iglesia, cruza la plaza y se dirige hacia el Pasaje Cumaná.
- ¿De verdad? - pregunté incrédulo.
-Eso dicen.
-¿Y cómo es?
- No lo sé, lo único que me han dicho es que nadie se atreve a salir después  de las nueve de la noche.

Esa noche y muchas más, me fui a la cama con el pensamiento puesto en el Fantasma. Estaba tan intrigado que deseaba verlo y convencerme de que no era un cuento para amedrentar a los trasnochadores.

Una noche de cuarto creciente en que la luna alumbraba tenuemente la plaza, decidí quedarme hasta tarde y comprobar si eran ciertos los comentarios. Cuando todos se acostaron me levanté muy despacio y me escondí detrás de la ventana. Abrí una rendija y a través de ella, atisbé. Todo estaba silencioso y por la calle no había un alma. En el reloj de la iglesia dieron las nueve... la media..., las diez…, las diez y media ... No ocurría nada ... Di un vistazo a la iglesia y a la Plaza Páez, todo estaba sumido en suave penumbra, pero, podían distinguirse algunos detalles. De pronto vi que algo se movía. Venía de la iglesia, cruzaba en diagonal y pasaba delante de mi casa. Contuve la respiración y los vellos se me erizaron. Sentí miedo, quise gritar y la voz no salía de mi garganta. Con los ojos muy abiertos vi que bajaba una figura alta y estilizada que vestía de negro, la cabeza estaba cubierta por un capuchón; caminaba como si fuera etéreo, se dirigía a la parte baja de la ciudad.
El fantasma se perdió en la noche y yo me fui a la cama. Tuve muchas pesadillas y grité... Cuando a la mañana siguiente le conté lo ocurrido a mi familia no me creyeron...
Años después, supe que el fantasma era un curita travieso que  todas las noches iba a visitar a su amiga

 

Gradas calle 11 con carrera 11

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